Sueños lúcidos y sueños manipulados. El caso de Sandra B.
Hubo un tiempo en que nos citábamos en sueños lúcidos para realizar prodigios y ceremonias. Hubo un tiempo de vuelos y extraños torneos junto a los acantilados de mármol. Y, sin embargo, ese tiempo pasó cuando nos asomamos a los secretos del luminoso pozo…
Algunos neurociéntificos relacionan los sueños lúcidos con la salida de la fase REM de los sueños. Este aparente reduccionismo no deja de darnos una infomación valiosa sobre la fina piel que separa lo consciente de lo inconsciente en determinadas fases del proceso del sueño. Pero también sabemos que hay prácticas de incubación que permiten dar forma a los propios sueños, más allá de lo que suceda en determinadas fases o niveles de consciencia.
Es curioso: una pequeña parte nuestro insondable inconsciente se conduce, ante determinados estímulos, como un caniche entrenado . Hay algo circense en la hipnosis, como hay algo circense en el sueño lúcido programado: la experiencia de la incubación manipulatoria de los sueños nos interpela respecto al uso que desde la consciencia podemos hacer del inconsciente. No me refiero a la sabia mirada de la conciencia testigo, sino a una conciencia directiva y manipuladora, más propia del núcleo egoico de la conciencia. Como si existiera un nivel inconsciente del ego, una ridícula cáscara de huevo flotando en medio de una galaxia…
Fue Luis Cencillo quién me hizo caer en que los sueños son una parte de nuestra existencia que debemos cuidar de toda manipulación, recogiendo nuestra memoria soñada con sumo cuidado, como si de piezas de arqueología se tratara, para ponerlas bajo el microscopio.
Si el conocimiento de uno mismo es siempre escaso, si la veladura del ego nos impide ver al propio ego que juega al escondite, con mayor razón debemos emplear el sueño para conocernos antes que manipularnos. Esa fue mi primera conclusión después de un tiempo de lucha: pues mucho me importaba sumergirme en mis sueños con una armadura. Hubo un tiempo en que nos citábamos en sueños lúcidos para realizar prodigios y ceremonias…
Ello me alejo de los sueños lúcidos manipulados por un tiempo largo. Hablé de ello con Jodorowsky -entonces sumamente interesado por ese tipo de sueños- y cerré el libro de Sant Denis. Decliné la invitación de mis amigos, amigos de Castaneda.
Esto no significó que desaparecieran los sueños lúcidos o la interpretación de mis propios oniremas dentro de mis sueños. No. Pero dejé de practicar la incubación con fines manipulatorios para dirigir mis sueños. Deje incluso de preguntar al oráculo inconsciente.
Un día, ya en los círculos de sueños, me encontré con la necesidad de volver a incubar, si quiera para abrir estados que permitieran ver los propios sueños a aquellos que querían saber por qué no sueñan.
El equilibrio entre la incubación y la manipulación de los sueños lúcidos es frágil. Podemos invocar al sueño, pero después, conviene dejarlo aparecer sin darle órdenes… ¿O no?
Y, sin embargo, apareció la paradoja en el caso de Sandra B. Una de consultante que decidió iniciar una terapia conmigo a partir de uno de sus sueños.
Sandra no paraba de ser torturada en una pesadilla repetitiva, macabra y demoníaca. Dos fantasmas oscuros rozaban las cuerdas de un violín desafinado su corazón mientras sacrificaban a su hija no nacida…
Cuando actuamos el sueño, apareció por un momento una terrible escena. Una escena cuya presencia ponía los pelos de punta. Habíamos meditado un poco… y ello permitió a Sandra conocer mejor a sus fantasmas. Recorrimos su psicobiografía y creímos haber localizado el origen del trauma que guardaba celosamente su amigdala.
Y, sin embargo, los señores de la oscuridad volvieron a presentarse con sus disfraces habituales para agredir a Sandra del modo más brutal y ritual cada noche.
El hecho de que Sandra fuera consciente de lo que le pasaba no bastaba para poder frenar aquello. Aunque trataba de huir, era siempre capturada. La situación empeoró con su embarazo…
Entonces, contra todo lo dicho, volvimos a incubar.
Esta vez para luchar contra aquellos fantasmas que eran parte de Sandra. Se trataba de que reconociera una parte suya y hablara con ella en cuanto se diera cuenta de que aquello era un sueño. Pero el fantasma se resistía a aparecer…
Una noche volvió la pesadilla. Cuando por fin Sandra se disponía a encarar sus fantasmas y les quiso hablar, una voz profunda la respondió con furia:
<< Yo no soy tú >>
El diálogo se cortó abruptamente.
La pesadilla volvió a aparecer.
La volvimos a representar una y otra vez. Volvimos a trabajar esa misma frase, ese Koan < Yo no soy tú>.
Y ese mensaje de sí misma permitió hacerse consciente a Sandra de que esa sombra… estaba inculcada por un introyecto muy concreto de su infancia…
Sandra había sido castigada al cuarto oscuro para que dejara de ser ella.
La buena noticia es que los fantasmas de Sandra se han tomado unas largas vacaciones.