Entrevista sobre mi trabajo en ABC
Una mujer de treinta y tantos está dándose un baño en una piscina onírica, intranquila, porque hay en ella un tiburón (interpretado por un hombre de jersey negro) que le asusta. La representación del sueño es conducida por el director de orquesta Javier Esteban, profesor en la Universidad Camilo José Cela, máster en psicoanálisis y facilitador de sueños. ¿Es su pareja, la persona con la que acaba de irse a vivir, el tiburón? ¿Tiene miedo a las crisis derivadas del roce que hace florecer el cariño y también el odio? ¿O es ella el escualo? El pasado 8 de noviembre, ante más de cien personas congregadas en el Centro Conde Duque, el terapeuta puso en acción su método con los voluntarios que subieron al escenario.
«Empecé con la literatura de los sueños, me aproximé a Arrabal y Jodorowsky, que era la cola que quedaba del movimiento surrealista. Me interesaba este mundo desde la infancia», nos cuenta Esteban en una charla teléfonica. Su primer libro, «Duermevela», un diario de sus sueños, cayó en manos del que sería su maestro, Luis Cencillo, con el que estuvo tres años interpretando sus visiones yacientes. ABC ha charlado con el facilitador para que nos cuente más sobre sus círculos de sueños.
¿En qué consiste su labor?
En primer lugar, acompañar. Y luego ayudar a hacerles ser conscientes de qué les está diciendo su propio sueño, ya que éste utiliza el lenguaje simbólico de las metáforas y metonimias.
¿Donde empieza el estudio de los sueños?
Con los residuos que tenemos de tribus tradicionales, sabemos que hay tablillas en Asiria. Y en Babilonia también se trataban. Los egipcios, por supuesto, tenían grandes tratados sobre sueños, eran expertos. Los griegos también… La pregunta de un hombre por los sueños ha estado siempre allí.
¿Qué nos cuentan?
Son polisémicos, tienen muchos significados. Nos hablan sobre nuestro momento existencial y nos dan una información valiosísima, porque no está filtrada por la censura de nuestra vigilia. Fui a ver esta película que ahora está tanto de moda, la de «Un monstruo viene a verme», y es exactamente esto. El diálogo que tiene un niño en un proceso de cambio radical, de pérdida de la madre y con sus propios sueños. Y sale un personaje en ellos, que es el subconsciente, y le va abriendo el camino y le va enseñando por donde ir. Se va comunicando consigo mismo.
Decía Freud que los sueños son la vía regia para conocer lo inconsciente. Yo estoy en lo que dice mi maestro Luis Cencillo, que los sueños nos sitúan y nos permiten ver quiénes somos, dónde estamos, hacia dónde vamos, de dónde venimos y qué es lo que queremos de verdad. Fíjate si los sueños nos dan información. Los sueños tienen la capacidad de desvelarnos aspectos de la existencia, es un diálogo permanente con lo inconsciente. Son una fuente de conocimiento y de recursos que el ser humano puede y debe aprender a integrar. Antonio Machado, en sus «Canciones Nuevas», va dando luz a este asunto. «Entre el vivir y el soñar hay una tercera cosa. Adivínala». Uno tiempo después, la duda se aclaraba en otro de sus proverbios: «Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: despertar».
¿Qué le pareció la película de Bayona?
Maravillosa. La han acusado de lacrimógena pero yo creo que el tema lo borda. Está en tensión continuamente y te mete en un viaje iniciático, en un viaje de conocimiento. El facilitador de sueños, volviendo a la primera pregunta, no es un intérprete, porque el intérprete es alguien que hace una conjetura científica o ideológica del sueño, sino que es alguien que acompaña al soñante y lo hace de un modo terapéutico a encajar ese sueño en su existir. Y en el caso de la película se ve perfectamente ese proceso. Ese monstruo es él mismo y habla consigo mismo. Son nuestros propio recursos. Decía Jung que los sueños están llenos de recursos que desconocemos. Los sueños nos enseñan cosas de nosotros que no reconocemos como nuestras porque estamos censurados en vigilia. Estamos hechos a la medida de la sociedad y de nuestros límites, y en los sueños eso se libera.
¿Por qué se nos escapan, a veces, los sueños? ¿Hay trucos para recordarlos?
Porque cuando despertamos normalmente fijamos la atención en otra cosa: lo que tenemos que hacer, una obligación,… Y porque los sueños son vívidos en la fase REM, mientras que el despertar no es en esta fase. Por eso, hay muchos sueños que ya han sido digeridos y están medio olvidados. Y luego hay un tercer factor, que es no querer enterarnos de lo que soñamos de un modo inconsciente. Para recordar hay técnicas relativamente sencillas. Colocas un cuaderno en la mesa abierto con un lapicero y va a ocurrir lo siguiente: los sueños se acuerdan de ti cuando tú te acuerdas de los sueños. Y luego hay otras técnicas concretas. Cuando te levantas y abres los ojos, en lugar de ponerte a hacer cosas inmediatamente o forzar el recuerdo del sueño, es muchísimo mejor fijar la mirada en un punto. Una esquina de un cuadro, una mancha de la pared… y ver qué nos viene, simplemente relajándonos. Probablemente el sueño va a aparecer.
¿Y qué hay de los recurrentes?
Que hay un asunto pendiente, nos estamos contando algo que no acabamos de resolver. La mayoría de la neurociencia se queda con qué zonas del cerebro se activan, que es lo que puede comprobar sin relato el neurocientífico. Lo cual es interesantísimo, porque nos da un mapa del cerebro en el sueño. Pero el sueño tiene su propia historia… y esta historia muchas veces se repite.
El neurocientífico Fabricio Ballarini alertaba en una reciente entrevista en «El País» que había que tener cuidado con el psiconálisis. ¿Cuál es el conflicto entre neurociencia y psiconálisis?
La neurociencia tiene una misión: la explicación científica de una parte del cerebro. Actualmente, tenemos unos aparatos que no tenían Freud ni Jung ni nadie para ver cómo funcionaba el cerebro durante el sueño. Esto aporta muchísimo a la teoría de los sueños. Nos permite saber qué funciona en una fase REM, qué no, qué partes del cerebro están funcionando durante el sueño, etc. Y esto es fundamental y, hasta aquí, estupendo. El problema es cuando se convierte la neurociencia en una ideología de los sueños, y pretenden los neurocientíficos ser quienes establezcan el significado del sentido de los sueños sin considerar el relato del sueño. Si un señor sueña que le están comiendo las piernas unas piedras, la máquina nos dirá que la amígdala se altera porque hay un dolor, que hay partes de la memoria activadas… ¿De eso podemos sacar lo que ese sueño significa para el soñante? La ciencia está al servicio de una interpretación que debería integrar el relato clásico psicoanalítico más los aparatos científicos. No intentar hacer de los aparatos científicos la única base. La ciencia vulgarizada puede ser la peor de las religiones si somos creyentes científicos. La tesis básica de los neurocientíficos es que los sueños, que tienen una función de resetear el cerebro, se producen de un modo aleatorio y que no tienen ningún sentido ni significado.
¿Y cuando se repiten?
Esa es la cuestión. O cuando empieza uno y acaba el otro. O cuando un sueño te permite hablar con otro o cuando tienes un periodo de lucidez dentro de un sueño. Es imposible que un sueño se acabe siempre en el mismo momento. La neurociencia no puede explicar eso. ¿Por qué tenemos que hacer un discurso a partir de la visión externa del sueño olvidando lo que es el relato intrínseco del sueño? No es nada probable que siempre soñemos con el mismo número de lotería de un modo aleatorio.
¿Y por qué desestiman su estudio?
Hay un primado científico, la ciencia se ha hecho una especie de creencia religiosa. Y también, y es importante, porque se ha abusado mucho de la interpretación clásica y del relato del sueño. Y a las ocurrencias de unos se han juntado las ocurrencias de otros. Se intenta dar una base científica a los sueños. El problema, como decía mi maestro Luis Cencillo, es que los sueños no pesan, no huelen, no tienen color,… Es decir, los sueños no pueden ser objeto de una investigación puramente empírica. Y creen que lo otro son novelas. Yo me imagino que, a raíz de la escuela de Hobson, aparecerá alguien que será capaz de aglutinar como hizo Freud en su momento lo que es la ciencia y el relato del sueño.
¿Son todos interpretables?
Todos los sueños tienen sentido y el soñante puede saber cuál es el sentido de ese sueño para él, con un mínimo de trabajo dirigido. Incluso aquellos sueños de los que solo queda un trazo o simplemente un ambiente. He soñado con miedo, o una imagen solo en la que sale una piscina, por ejemplo. Todo eso tiene sentido para el que lo sueña, porque el sueño condensa, desplaza y utiliza la metáfora. Los sueños siempre tienen significado.
¿Y en el caso de un psicótico?
La gente con la estructura de la personalidad rota o mal formada sueña mucho y, a veces, estos sueños toman la forma de delirio diurno. Podríamos decir que están, en muchos casos, muy cerca de la pesadilla diurna. Un psicótico, un paranoico que piensa que todo el mundo va contra él o le persiguen, o un esquizofrénico que se divide a sí mismo o que oye voces. Claro que sueñan y claro que se pueden tratar. Ahora bien, la psiquiatría no es que haya renunciado pero tiene grandes obstáculos para reparar las estructuras psicológicas destruidas. ¿La esquizofrenia produce sueños? Muy abundantes. ¿Interpretables o facilitados? Perfectamente.
«Lo complicado no es interpretarlos sino reconocer lo que nos decimos a nosotros mismos», dijo.
Muchas veces en los sueños veo que hay algo con lo que el soñante no quiere identificarse. Ahí es donde necesitan trabajo, donde aparece la sombra. Es decir, cuando soñamos que es otro el que nos agrade: su mujer, su marido, un chulo, un tirano, un monstruo que le persigue,… normalmente ese personaje con el que no se identifica el soñante es una parte esencial del soñante. Es una parte que ha reprimido y que aparece en sueños. No tiene tanta importancia interpretar el sueño sino saber qué nos está diciendo a cada uno.
Con el sistema tradicional, si vamos a interpretar el sueño, lo que hacemos es una teoría del sueño. Si yo soy freudiano pues voy apuntar lo fálico, los deseos, voy a apuntar la represión. Si soy jungiano me voy a centrar en la simbología del sueño, me voy a obsesionar con los símbolos del sueño. Por ponerte un ejemplo: una mujer soñó que estaba en la playa con unos amigos y que algo brillaba en el fondo del mar. Se tiraba a por ello y lo sacaba. Y, oh, es una maravilla, como una agenda gigante ortogonal con unos colores muy bonitos. Y le enseñaba este tesoro emocional a uno de esos amigos. Y este le decía que eso se lo encuentran todos los días, que no vale nada. Y ella, al final, tiraba el tesoro. Pues una terapeuta jungiana amiga mía se obsesionó en la forma del tesoro, porque cierra todas las posibles líneas de energía y, en sí mismo, ya es un tesoro. Se había quedado con el símbolo, mientras que en la representación lo importante es que esta mujer había renunciado a un encuentro suyo con su propia vida inconsciente porque alguien le había dado una orden. Si fuéramos freudianos haríamos una interpretación del agua, del placer, del deseo frustrado, de llevar algo a cabo. Lo malo de la interpretación es que normalmente obedecen a una ideología y se preocupan más porque el sueño coincida con lo que piensan ideológicamente que por la propia realidad del sueño… y, sobre todo, por lo que tiene que ver el sueño con la existencia de la persona.
Ha ejercido de periodista y le apasiona el género de la entrevista. Y ahora utiliza la mayéutica para analizar los sueños.
A mí siempre me ha interesado la entrevista psicológica, para conocer al otro. Incluso más que para conocer lo que dice, para conocer al otro. Tuve mi fase de escritor, de periodista,… Tuve mi propia revista, «Generación XXI», y ahí empecé a conocer a personajes del mundo de la psicología, entro otros a Cencillo, y a especializarme en este género. Hice varios libros de entrevistas, con Claudio Naranjo, con Alejandro Jodorowski, etc. Me he especializado en la entrevista como una forma de trabajo que ha pasado de lo periodístico a lo terapéutico. Y el método mayeutico es el que empleo para analizar el sueño: la entrevista.
¿Es «quién soy yo» la pregunta más difícil de responder?
Es posible, sí. Quién soy yo y qué hago aquí. Es difícil porque las personas somos máscaras, somos relatos a nosotros mismos en una existencia limitada. Con la posición de conciencia que ocupamos, no podemos ver todo el mapa y dónde estamos, sino que vemos nuestro propio relato. Pasa un buey en un día de lluvia y hace un hueco con la pezuña. Se cae un mosquito en el charco y piensa que es un capitán, que tiene que ir allí y traer alimentos a sus hijos, monta una compañía naviera… y viene la otra pata del buey, la de atrás, y le aplasta. Es un relato muy duro de la existencia humana… Pero somos puntos de percepción y tenemos una visión de lo real muy limitada. Precisamente el conocimiento es saber qué es lo real y qué hacemos aquí. Vamos a los clásicos. Sé que no sé nada. Sé que soy una máscara, porque la persona es máscara. Y a medida que voy creciendo voy desvelando el conocimiento y voy aprendiendo cuál es mi sentido en la vida, que es enterarme de qué es la propia vida. Y gozarla. Ese es un poco el resumen.
Al conocerse a fondo, entonces, es cuando se puede ser feliz.
Sí, porque relativizas todo lo que ha ocurrido y lo que te puede ocurrir.